a la casa en el campo,
y de nuevo me invade
la sensación de estar
en terreno amigo.
Paseo con mi hermano
y con Gabo, que retoza juguetón,
y me maravillo ante los verdes
mares vegetales: frondosos alcornoques
y ancianas encinas que todo lo pueblan.
Cruzamos tapias de piedra coronadas
por chumberas como festones
y la vista se pierde
en la inmensidad de los campos.
Solamente aquí me siento en paz
conmigo y con el mundo.