jueves, 31 de julio de 2014

Aprendí


lágrima para Cosas que siento

Aprendí a amarte en silencio
ocultando sentimientos
con lágrimas transparentes.

Aprendí a verte de lejos
soñando con la piel
rozando nuestros cuerpos.

Aprendí que hoy es mañana
mezclado con azulverdemar.

Aprendí a mirarte
con otros ojos.

Aprendí a verte sin que me duela.

20/VII/14

Fotografía: wikipedia



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miércoles, 30 de julio de 2014

Nuestras noches


luna para Cosas que siento

Déjame arroparte con mi risa.

Déjame soñar con otros veranos.

Déjame volar muy alto,
para poder apagar la luna
y hacer nuestras noches eternas.

29/VII/14

Fotografía: wikipedia


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martes, 29 de julio de 2014

Olvido


VG para Cosas que siento


Murieron todas las estrellas del cielo
el mismo día que olvidó su nombre.

29/VII/14

Fotografía: wikipedia


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lunes, 28 de julio de 2014

Te he buscado


amapolas rojas para Cosas que siento

Te he buscado
entre gotas de lluvia
y aire de amapolas.

Te he buscado
en los amaneceres 
con gotas de rocío
y sombras nocturnas.

Te he buscado
entre mis recuerdos
mezclados con sueños esperados.

Te he buscado.

Te he buscado
con todo mi ser
y no te he encontrado.

25/VII/14

Fotografía: wikipedia


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domingo, 27 de julio de 2014

Noches de verano

lágrimas slorenzo para Cosas que siento

Aterrizaron tus lágrimas
sobre el frío asfalto
y al evaporarse
se convirtieron en bellas estrellas.

Estrellas fugaces
que solo brillan
en noches de verano.

Noches que sellan el amor eterno.

26/VII/14

Fotogafía: wikipedia


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sábado, 26 de julio de 2014

I love London

















Con estas imágenes sobran las palabras.

Gracias a mis compañeros de viaje por hacer de Londres un lugar inolvidable.


Fotografías: álbum personal.



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jueves, 24 de julio de 2014

El exquisito gesto técnico de driblar y tirar

fútbol para Cosas que siento

Oscurecía en la plaza. El bullicio habitual del lugar se había apaciguado y las farolas empezaban a crear círculos amarillentos alrededor de un muchacho que se movía con gestos precisos alrededor de un balón de reglamento. Podía ser principios de octubre y un nuevo curso académico estaba a punto de comenzar.
El chaval golpeaba incansablemente el balón contra el muro de la iglesia que acotaba ese lado de la plaza. Era el único  trozo de pared  que quedaba liberado de puertas y escalones. Una y otra vez encaraba el esférico en la misma posición: la pierna derecha atornillada a la tierra, los hombros y las caderas acompañando el giro que iniciaba en cuanto el balón se alojaba en el empeine de su pié izquierdo. Durante toda la danza, la pelota no se movía ni un milímetro de su nido hasta que una descarga eléctrica la impulsaba a una velocidad de vértigo contra la pared, produciendo un sonido grave que satisfacía al jugador.
El posible contrincante, en ese momento en el imaginario del  joven, quedaba burlado por ese regatear y tirar pleno de eficacia y belleza.
        Desde la ventana de un piso, que en los barrios altos llamarían principal y que en esa hondonada era simplemente el primero encima de la churrería, se destacó el perfil de una persona que con gesto mecánico abrió el picaporte de la ventana y profirió la consabida llamada de “a cenar”,  produciendo un efecto, apenas perceptible,  en el muchacho que continuaba con su ritual.
Se disponía a golpear nuevamente la pelota cuando el sonido de ese reclamo se hizo, por fin, consciente en su mente, notando un matiz de apremio que lo paralizó durante un instante.  Sin casi interrupción, la mecánica de tiro se apoderó de él y su pié izquierdo golpeó una vez más el balón, secamente, con una potencia superior a todos los remates previos.  Quería cerrar la jornada con la mejor colocación de toda la  noche. La pelota rebotó contra la pared volviendo mansamente a la cercanía del jugador, como esos perros amados que después de una jornada de carreras y mimos se refugian entre las piernas de sus dueños.
Se volvía ensimismado hacia su casa cuando el cierre metálico del comercio que aún permanecía abierto se cerró con estruendo. Su imagen disparando al encuadre que le solía proporcionar esa persiana enmarcando una imaginaria portería, le cabalgó un instante.
La mujer que, en ese momento,  aseguraba el cerrojo del portón le dirigió la típica frase protectora de las madres de ese barrio.
-¿Pero qué haces tan tarde por la calle? ¡Deberías subir a cenar! El muchacho apretó el paso y afrontando los escalones del portal de tres en tres se plantó en el rellano de su casa.
Ese día todavía le tenía guardada una sorpresa que podría marcar un tramo de su vida.  El Aita le abordó con la seriedad habitual, comunicándole que ese equipo con el que se estaba entrenando le quería destinar a una ciudad extremeña para continuar su formación futbolística allí.  Permaneció callado sopesando la noticia, hizo alguna pregunta escueta para completar la información y sin mucha más dilación se escuchó a sí mismo pronunciando la frase que en opinión de su padre arruinaba su carrera como futbolista.
-   ¡¡Yo no me voy a Badajoz!!  
Esa noche, en la cama, protegido por la cercanía del sueño de sus hermanos, comenzó a rememorar imágenes de partidos jugados en los campos helados de pueblos hostiles, en los que un chaval que empieza tiene que intuir la imposibilidad de meter un penalti decisivo al equipo local en los últimos momentos de un partido jugado en esas condiciones.
Súbitamente, comenzó a dibujar en la pared contra la que le gustaba dormir,  las escenas de un partido que tuvo lugar en ese villorrio con cárcel política, cercano a Madrid,  en que recién llegado al equipo y faltando pocos minutos para el final del partido,  un mal despeje de su portero  pone el balón al borde del área contraria, él lo caza con habilidad, y desmallado el esférico al sentir un toque tan sutil, se queda mansamente  muerto delante del defensa  más violento de todos. Con la mayor naturalidad, empuja el balón suavemente a través de unas piernas que se alojan en unas caderas de madera. Sintiendo el bufido del morlaco en el cogote, aprovecha el caño y se abandona a la soledad de enfrentar al guardameta.  El alférez provisional vestido de futbolista, al verse rebasado, le propina una coz que habilita el penalti.
Todavía dolorido y sin saber si el trencilla se ha atrevido a pitar la falta, el medio centro de su equipo, un licenciado en puyas y doctorado en espolones,  le pone el balón en las manos y le espeta:
- ¡Tíralo tú, chaval!
Con la vanidad del novato haciéndole mariposas en el estómago se acomoda la pelota para golpearla con su pierna izquierda, la coloca mordiendo el punto de penalti e inicia una corta carrera.
En ese momento y por primera vez, nota a los aficionados  locales.  Se están posicionando en el fondo de la portería.  Suena el silbato del árbitro y su cuerpo inicia la carrera para golpear la pelota. Una fracción de segundo antes de que su empeine  se case con el esférico todo se ralentiza, y descubre que su mente no le acompaña en el viaje, encontrándose extranjero de sí mismo y rodeado de un silencio estruendoso. La luz, a su vez, se ha hecho cegadora y los espectadores son como monigotes sin contorno.  Se pregunta si allí delante hay alguien tratando de parar ese balón decisivo.  De súbito, el tiempo se descongela e irrumpe algo en él, dictándole que ese balón que salda la contienda  tiene que ir a la grada. Finalmente, el pueblo de cabreros que le contempla no tiene la posibilidad de ejerce la justicia local, apoyada en tricornios acharolados con restos de bocadillo de matanza en los bigotes.
El sueño seguía ausente y su insomnio le facilitaba el seguir evocando situaciones de antiguos partidos que comenzaban  a quemarse en el celuloide de su pared, como esos goles hurtados, y apenas celebrados, a defensas mucho más curtidos en la gramática parda propia de un sargento primera, que ahora brillaban enmarcados por gruesas líneas de cal en el techo de su habitación. Oía las recomendaciones susurradas en vestuarios mal iluminados por el  entrenador de turno, sugiriéndole que tenía que pasarle el balón final a zutanito, recomendado de menganito,  para que brillara ante el ojeador venido de la ignorancia y la desidia.
Se acordaba de ese compañero que siempre estaba a su lado en los viajes incómodos y con el que discutía las jugadas, compartiendo unos botellines en cualquier bar ocasional. Pero sobre todo, le venía repetidamente la coreografía de la jugada que él hacía con regularidad. Esa que le permitía efectuar el control del balón en un solo gesto técnico para poder driblar y tirar.
Poco a poco el cansancio le produjo una cierta melancolía. Este sentimiento le adormilaba y le mecía hacía otras sensaciones y, suavemente, entró en un sueño extraño  que nunca en la vigilia supo descifrar pero que le dejó la premonición de que la vida le proporcionaría momentos en que usaría su exquisito control para regatear otros problemas de mayor calado. Quizá ese pedestal de seguridad sobre el que se elevó para decir su primer no reflexivo al Aita, era el acto fundacional de su ser adulto, el humus del que estaba hecho, la materia que componía su personalidad y que le convertiría en alguien dotado para vivir en plenitud.
Ese adolescente que practicaba un gesto técnico futbolístico contra una pared de una iglesia en los años sesenta, a horas en que el resto de su amigos se dejaban ir por el dial de cualquier programa de radio o se zambullían en novelas del oeste,  estaba  incorporando, no solo la mecánica necesaria para meterle un gol al lucero del alba, sino un conocimiento de vida, al parecer sin fisuras, que le haría caminar incansable hacia cualquier puerto seguro en situaciones difíciles, driblando lo adverso para tirar hacia lo posible.
Pasadas unas décadas y siendo el nuevo siglo un adolescente sin futuro al que le suben achaques prematuros por las piernas, cualquier habitual de las riveras del Manzanares puede observar, en las horas tempranas del día,  que la silueta inicial de ese joven con balón de reglamento, se ha convertido en un hombre de paso rápido y enérgico con gesto concentrado, que parece dirigirse a una meta concreta. La verdad es que su objetivo para las próximas horas puede ser la compra de un kilo de chipirones que ofrecerá, exquisitamente cocinados, a la cuadrilla de amigos que quieran disfrutar de lo mejor de la vida: conversar al amparo de una buena mesa con vino del país y ganas para sentirlo.    
Este hombre que, desde hace un tiempo, siempre habla al oído y musita verdades como puños de una manera callada, a menudo suele disfrazarse de costalero de sus amigos, embalsamador de desavenencias, maestro de obras de su familia o, cuando se lo permite, amamantador de risas y bromas,
Pero si el observador mañanero dispone de una fina agudeza, también será capaz de intuir a un hombre fraguado de una pieza, con sangre vasco-francesa,  que a sus sesenta y tres años, a rendir el próximo veintidós de agosto, te puede decir al final del día, mirándote a los ojos, sin altanería y con la humildad del verdadero amigo, que es un hombre feliz y que posiblemente vivir la vida sea un ejercicio de driblar y tirar hacia lo que está más allá de la situación que encaras en cada momento, dejando que todo lo incorporado en el transcurso de los años, sea el toque sutil que nos lleve a ese claro delante de la portería para gritar ….¡he sido moderadamente feliz!, creyendo firmemente que la vida no consiste en marcar gol.



Autor: Guillermo Álvarez
Fotografía: wikipedia



Gracias a Guillermo por este bello relato lleno de amistad.


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miércoles, 23 de julio de 2014

Si supiera...


Abrazo para Cosas que siento

Si supiera yo
que no me queda más
de una hora de poder vivir,
la querría pasar
solo junto a ti
abrazada a ti.

Moriría feliz.

19/X/1988

Fotografía: wikipedia


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martes, 22 de julio de 2014

Soñar


Beso para Cosas que siento

Soñé que te miraba.

Y al mirar soñaba
que te quería.

Y mientras soñaba, 
paso la vida envuelta 
con el brillo de tu mirada.

4/VII/14

Fotografía: wikipedia


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lunes, 21 de julio de 2014

Callaba la noche


Londres para Cosas que siento

Callaba la noche
mirando la luna.

Callaba despacio
sujetando mi locura.
Escuchando los latidos 
de mi loco corazón.


17/VII/14


Fotografía: Álbum personal
 

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domingo, 20 de julio de 2014

Nos tragó el invierno


Invierno para Cosas que siento


Nos tragó el invierno
lleno de escamas de nieve
como gotas de olvido.

Nos tragó tras la noche
de frías sábanas
y juegos nocturnos.

Nos tragó el invierno
entre brillos de estrellas
y ruidos de tormenta.

Nos tragó cuando soñábamos
rescatar la luz de la primavera.

16/VII/14

Fotografía: álbum personal


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sábado, 19 de julio de 2014

Amarrados a la ternura



Ternura para Cosas que siento

Recorrimos los recovecos
de nuestros cuerpos
amarrados a la ternura.

Los recorrimos en silencio
adentrándonos en la noche infinita
entre pliegues de caricias
y promesas nocturnas.

17/VII/14

Fotografía: wikipedia


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viernes, 18 de julio de 2014

Recuerdos


invierno para Cosas que siento


Mantuvimos los recuerdos
guardados en el alma.

Los mantuvimos guardados
mientras llegaba el mañana
rozando nuestros sueños.

Los mantuvimos inmersos
sobre el sol de la mañana.

17/VII/14

Fotografía: wikipedia



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jueves, 17 de julio de 2014

Amaneció despacio



Amanecer para Cosas que siento



Amaneció despacio
guardando la luz
que se perdió en la noche.

Amaneció despacio

con tus caricias
tatuadas en el mapa 
de mi cuerpo.

Amaneció despacio

parando los minutos
que guardaban mis recuerdos.

16/VII/14


Fotografía: wikipedia



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miércoles, 16 de julio de 2014

Silencio en escamas



sirena


Escamas de sirena
en agua de sal.

Silencios rotos.

Soñar con el aire 
que limpia mi alma.

Silencios en escamas.
Soñar con el mar,
que llena mis sueños.

Rompeolas de pensamientos.

18/XI/13

Fotografía: wikipedia


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martes, 15 de julio de 2014

Me cansé



cantábrico para cosas que siento.


Me cansé
de mil excusas
inventadas sobre el mar
de mi desconfianza.

Me cansé
de esperar las llamadas
que no sonaron.

Me cansé
de soñarte
como quien sueña con el verano.

Me cansé
de imaginarte,
soñarte,
quererte.

Sin volver la vista atrás
me cansé y empecé a olvidarte.

23/VI/14

Fotografía: álbum personal


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sábado, 12 de julio de 2014

Amigos



amigos para Cosas que siento.

Guardó sus silencios,
sus lágrimas
envueltas en sonrisas.

Penetró en el interior
de su alma,
intentó reconstruir la alegría.

Caminó por los senderos de la ternura,
intentó escuchar el silencio.

Imaginó un mundo de colores
repleto de alegrías,
intentó sanar las heridas
que solo se curan con el tiempo.

Caminó en silencio.

Escuchó las palabras.

Se hizo su sombra.

Caminando a su lado
podrían rescatar la alegría.

19/III/14

Fotografía: wikipedia

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jueves, 10 de julio de 2014

Ángel herido



angel para Cosas que Siento

Soñar sobre el tiempo
flotando como un velero.

Reguero de sombras
volando en mis sueños.

Teniendo mi estrella perdida
sobre el surco del tiempo,
alma herida
lágrimas compartidas.

Buscaré una brújula 
para encontrar una estrella,
mi estrella, en mi norte.

Como ángel herido
con alas rotas.

14/IX/12

Fotografía: wikipedia


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miércoles, 9 de julio de 2014

Imaginábamos sueños

imaginar para Cosas que siento

Imaginábamos sueños
que no compartíamos.

Imaginábamos lo que queríamos
y no teníamos.

Imaginábamos soñar
con otros horizontes
más azules que el mar.

Si tengo que imaginar,
quiero soñar que te amaba.

Solo imaginando, sueño tenerte.

4/VII/14

Fotografía: wikipedia


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martes, 8 de julio de 2014

Se dibujó el invierno


lluvia para Cosas que siento


No dejaba de llover.

Sobre la lluvia
tu risa, tu aliento.

No dejaba de llover
imaginando otros mundos
que se pintaban paralelos.

No dejaba de llover
en la lejanía de todos los veranos.

Siendo verano,
se dibujó el invierno.


3/VII/14

Fotografía: álbum personal


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lunes, 7 de julio de 2014

Luces de luciérnagas



luciernagas para Cosas que siento


Respiró las ausencias
dibujadas en el mañana,
soñando con caricias
guardadas en los recuerdos.

Recuerdos guardados
en noches de estrellas,
respirando amaneceres
con luces de luciérnagas.

5/VII/14

Fotografía: wikipedia

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sábado, 5 de julio de 2014

Infierno habitado


Infierno habitado para Cosas que siento

María vivía en una localidad del sur de la Comunidad de Madrid. Durante casi veinte años, María había trabajado para una empresa de un polígono industrial. En 2009, en plena la crisis, la empresa cerró y despidieron a todo el personal. 
Después de aquello, anduvo buscando trabajo unos meses, pero no encontró nada. Su currículum no reflejaba más estudios que los primarios, un título de EGB del año 89, que había obtenido en el colegio público de su barrio. En aquella época, tenía quince años y nunca había pensado en ir al instituto, sus padres y profesores llevaban tiempo advirtiéndole que no valía para estudiar. Así que, al finalizar octavo, la necesidad de aumentar los ingresos en casa fue más fuerte que sus ganas de seguir más años atada a los libros y a un pupitre.

Yo viví en el mismo barrio que María y estudié EGB en su misma clase. María fue mi mejor amiga de juventud y ayer por la mañana me la encontré sentada en un banco del Retiro.

Llevaba años sin saber de ella. 
Nuestra amistad se forjó en aquel colegio y duró casi una década. Después de acabar en el cole seguimos saliendo juntas. Al cumplir los dieciocho, las dos nos echamos novio. Juan, María, Pedro y yo solíamos salir por ahí las noches de los viernes y sábados. Yo estudiaba y ellos tres trabajaban, pero aquello nunca supuso un problema. Fueron unos años geniales, nos llevábamos muy bien, y disfrutamos mucho juntos. Solíamos pasar el mes de agosto los cuatro en la playa. El resto del año hacíamos también alguna excursión de fin de semana. Teníamos dinero y éramos jóvenes. Pero todo cambió el día en que yo, un año después de terminar en la universidad, conseguí un puesto de maestra en Alicante y decidí dejar Madrid..., y también a Pedro. María y yo seguimos en contacto durante un tiempo. Luego, la lejanía terminó por enfriar nuestra relación.

Ayer al verla después de tantos años me pareció mucho mayor que yo. Fue ella quien me reconoció. Nos abrazamos, saltamos, gritamos... y, acto seguido, María comenzó a hablar. Me contó que Juan y ella seguían juntos y habían tenido dos hijos. Juan estaba en el paro y ella llevaba un mes trabajando por las noches limpiando oficinas, pero su contrato se acababa en julio. Me explicó cómo la despidieron de aquella empresa después de muchos años de duro trabajo y bajo sueldo. En 2010 había vuelto a estudiar, se había matriculado en un centro de adultos y sacado el título de la ESO. El curso pasado terminó un ciclo de grado medio y ahora estaba preparándose para unas oposiciones.

A pesar de las circunstancias, hasta ahí el tono de su relato me pareció ilusionado, pero, de repente, su voz se quebró. Rompió a llorar y, entre lágrimas, empezó a darme más detalles de su situación económica. Llevaban dos meses sin pagar la hipoteca y con la luz cortada. Durante estos últimos cuatro años, Juan había sido el sostén económico en casa, pero en 2012 fue también despedido del ayuntamiento para el que trabajaba y la prestación por desempleo se le había acabado hacía cuatro meses. Los del banco no paraban de llamarles por tener la cuenta al descubierto y varios recibos devueltos. El colegio de los niños les había mandado una carta por falta de pago del último trimestre del comedor. El verano se planteaba lleno de problemas, no les quedaba dinero ni para comer. En este punto, yo también me vine abajo, la abracé y comencé a llorar con ella. No sabía qué otra cosa hacer ni decir. Saqué cincuenta euros del monedero de mi bolso junto con una tarjeta con mi nombre y teléfono. Puse ambas cosas en su mano. María hizo un pequeño gesto de rechazo. Apreté sus dos manos con las mías, y ella me dio las gracias... Nos despedimos en silencio.

Anoche no pude dormir. El resumen de mi vida después de salir de Madrid no paraba de dar vueltas en mi cabeza junto a una pregunta. Me fui a Alicante, me volví a enamorar, me casé con un compañero madrileño que también consiguió su primer destino en mi centro, nos compramos un piso, tuvimos dos hijos, cuando pudimos nos volvimos a Madrid, no tenemos problemas de dinero, y somos muy felices; pero..., ¿qué habría sido de mí, si mis padres o alguno de mis profesores del colegio, del instituto o la universidad me hubieran dicho que yo no valía para estudiar?


Autor: Luis Cuesta
Fotografía: wikipedia


Gracias a mi amigo Luis por este maravilloso relato lleno de emociones y sentimientos.



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