Las velas son objetos raros. Tienen forma cilíndrica y con una mecha, como si fuera un cartucho de dinamita.
A mi me da cosa ver las velas. Me impresionan, me parecen cosa mágicas que por dentro deben de tener misterios, energías extrañas, duendes incluso almas encerradas. Les tengo mucho respeto.
Pero hoy encendí una. Una vela blanca, la compré, me pareció el color mas puro.
La encendí con una cerilla, de madera, de las de siempre, y ya el olor del fósforo me dio una inquietante sensación.
Tras unos momentos de quietud, la llama, lentamente, como cuando zarpa un velero comenzó a mover su silueta de gasas de Sherezade.
Se contonea, crece y se estira, se ondula y se enrosca y como un cordón de oro líquido llega hasta mis ojos.
La luz líquida llena mi cabeza de una misteriosa tonalidad anaranjada, cálida y neutra, con unos diminutos puntos oscuros que se mueven como renacuajos en una charca. Ya no veo la habitación, solo siento la ingravidez de mi cuerpo, ya no hay cerca ni lejos, ni alto ni bajo. Solo la luz líquida transparente que todo lo envuelve.
Poco a poco los pequeños, toman forma, se modelan en edificios difusos, montañas nevadas, playas inacabables, ríos mansos y personas, muchas personas con la sola difusa sensación de su imagen. Niños, ancianos, mujeres, cada uno de ellos está envuelto de grandes cintas cinematográficas de celuloide con fotogramas gigantes, y las imágenes se van desplazando, formando la película de sus vidas, entremezclándose con los sonidos de los momentos mas significativos de sus vidas: dulces llantos de bebé, lejanas campanas de iglesia, tonos olvidados de teléfonos...
Y me miro, y veo mi cinta envuelta en mi cuerpo, y descubro recuerdos olvidados, episodios de inocente juventud y de ambiciosa inmadurez, la cinta no para, veo el presente me veo mirando una vela, y en los siguientes fotogramas veo como mi vida se apaga, se oscurece, se aleja en el horizonte...
No me da ningún miedo, veo que viajaré a un alto plano de pureza y de calidez, en un viaje sin retorno. En un viaje que comenzó encendiendo un fósforo de madera y que acabará cuando se consuma la cera, de ese extraño objeto, de ese extraño instrumento que parece un cartucho y se llama vela.
Texto: Jose Baruco.
blog: El blog de Jose Baruco
blog: La suite del arte
Twitter: @BarBaruco @JoseBaruco
Gracias Rita por permitirme publicar en tu blog. Ha sido un gran honor para mí.
ResponderEliminarGracias a ti por todo.
EliminarEl relato es precioso, mi blog, ahora luce con una luz especial.
No hay nada en la vida tan bello, tan grato y tan grande como las cosas misteriosas.
ResponderEliminarGracias Rosa, me hace mucha ilusión leer vuestros comentarios.
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