No eran Rose y Jack en el Titanic, ni podían
compararse con Robinson y Viernes de aquella isla habitada por
caníbales; no eran esa clase de personajes, aunque se asemejaban en
parte. Tampoco había barcos ni islas perdidas en el océano. Esa
etapa había sido superada con varias muertes en la memoria. Hoy,
simplemente, eran dos seres en una habitación, en medio de la
ciudad, desconectados del mundo, alejados de cualquier radar, fuera
de todas las rutas legítimas; pero unidos por el mismo tipo de amor,
o de amistad, que siempre ha unido a dos náufragos en cualquier
época y lugar del universo. Yusuf había dejado mujer e hijos en
Damasco; Naima había perdido a los suyos en el primer purgatorio de
aquel puerto europeo, contrapunto de su Palmira natal. Ambos llevaban
meses rogando, llorando, suplicando aquí y allá… Nadie podía
hacer nada…; tan solo quedaba esperar y seguir buscando… Mas hoy,
y ahora, sus cuerpos, y sus almas, encontraban el consuelo de los
besos y las caricias que el mar y la distancia se habían tragado.
22 de julio 2016
Relato: Luis Cuesta
Fotografía: internet
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