María vivía en una localidad del sur de la Comunidad
de Madrid. Durante casi veinte años, María había trabajado para una empresa de un polígono
industrial. En 2009, en plena la crisis, la empresa cerró y despidieron a todo
el personal.
Después de aquello, anduvo buscando trabajo unos meses, pero no
encontró nada. Su currículum no reflejaba más estudios que los primarios, un título de EGB del año 89, que había
obtenido en el colegio público de su barrio. En aquella época, tenía quince
años y nunca había pensado en ir al instituto, sus padres y profesores llevaban
tiempo advirtiéndole que no valía para estudiar. Así que, al finalizar octavo,
la necesidad de aumentar los ingresos en casa fue más fuerte que sus ganas de
seguir más años atada a los libros y a un pupitre.
Yo viví en el mismo barrio
que María y estudié EGB en su misma clase. María fue mi mejor amiga de juventud
y ayer por la mañana me la encontré sentada en un banco del Retiro.
Llevaba años sin saber de
ella.
Nuestra amistad se forjó en aquel colegio y duró casi una década. Después
de acabar en el cole seguimos saliendo juntas. Al cumplir los dieciocho, las
dos nos echamos novio. Juan, María, Pedro y yo solíamos salir por ahí las
noches de los viernes y sábados. Yo estudiaba y ellos tres trabajaban, pero
aquello nunca supuso un problema. Fueron unos años geniales, nos llevábamos muy
bien, y disfrutamos mucho juntos. Solíamos pasar el mes de agosto los cuatro en
la playa. El resto del año hacíamos también alguna excursión de fin de semana.
Teníamos dinero y éramos jóvenes. Pero todo cambió el día en que yo, un año
después de terminar en la universidad, conseguí un puesto de maestra en
Alicante y decidí dejar Madrid..., y también a Pedro. María y yo seguimos en
contacto durante un tiempo. Luego, la lejanía terminó por enfriar nuestra
relación.
Ayer al verla después de
tantos años me pareció mucho mayor que yo. Fue ella quien me reconoció. Nos
abrazamos, saltamos, gritamos... y, acto seguido, María comenzó a hablar. Me
contó que Juan y ella seguían juntos y habían tenido dos hijos. Juan estaba en
el paro y ella llevaba un mes trabajando por las noches limpiando oficinas,
pero su contrato se acababa en julio. Me explicó cómo la despidieron de aquella
empresa después de muchos años de duro trabajo y bajo sueldo. En 2010 había
vuelto a estudiar, se había matriculado en un centro de adultos y sacado el
título de la ESO. El curso pasado terminó un ciclo de grado medio y ahora
estaba preparándose para unas oposiciones.
A pesar de las circunstancias, hasta ahí el tono de su
relato me pareció ilusionado, pero, de repente, su voz se quebró. Rompió a
llorar y, entre lágrimas, empezó a darme más detalles de su situación
económica. Llevaban dos meses sin pagar la hipoteca y con la luz cortada.
Durante estos últimos cuatro años, Juan había sido el sostén económico en casa,
pero en 2012 fue también despedido del ayuntamiento para el que trabajaba y la prestación por
desempleo se le había acabado hacía cuatro meses. Los del banco no paraban de
llamarles por tener la cuenta al descubierto y varios recibos devueltos. El
colegio de los niños les había mandado una carta por falta de pago del último
trimestre del comedor. El verano se planteaba lleno de problemas, no les
quedaba dinero ni para comer. En este punto, yo también me vine abajo, la
abracé y comencé a llorar con ella. No sabía qué otra cosa hacer ni decir.
Saqué cincuenta euros del monedero de mi bolso junto con una tarjeta con mi
nombre y teléfono. Puse ambas cosas en su mano. María hizo un pequeño gesto de
rechazo. Apreté sus dos manos con las mías, y ella me dio las gracias... Nos
despedimos en silencio.
Anoche no pude dormir. El
resumen de mi vida después de salir de Madrid no paraba de dar vueltas en mi
cabeza junto a una pregunta. Me fui a Alicante, me volví a enamorar, me casé
con un compañero madrileño que también consiguió su primer destino en mi
centro, nos compramos un piso, tuvimos dos hijos, cuando pudimos nos volvimos a
Madrid, no tenemos problemas de dinero, y somos muy felices; pero..., ¿qué
habría sido de mí, si mis padres o alguno de mis profesores del colegio, del
instituto o la universidad me hubieran dicho que yo no valía para estudiar?
Autor: Luis Cuesta
Fotografía: wikipedia
Gracias a mi amigo Luis por este maravilloso relato lleno de emociones y sentimientos.
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